Una reciente propuesta de Microsoft ha reavivado el debate en la industria de los videojuegos: la compañía ha lanzado una demo técnica de Quake II completamente generada por inteligencia artificial, lo que ha generado reacciones encontradas entre jugadores, desarrolladores y analistas del sector. La reproducción del mítico shooter de 1997, creada mediante el modelo de IA Muse, no utiliza el motor gráfico ni el código fuente del juego original, sino que reconstruye todo sobre la marcha a partir de datos y patrones de comportamiento recogidos en cientos de horas de juego.
Desde el navegador web, sin instalaciones ni configuraciones complejas, cualquier usuario puede probar esta versión experimental que busca demostrar las capacidades de la IA generativa aplicada al desarrollo lúdico. A pesar del planteamiento innovador, las críticas no se han hecho esperar. Numerosos usuarios consideran que la propuesta resulta innecesaria, poco práctica y, para algunos, incluso ofensiva para el trabajo artesanal de los desarrolladores tradicionales. Para quienes buscan disfrutar de juegos antiguos, es interesante saber cómo jugar a juegos antiguos con Windows 10.
Muse: la inteligencia artificial que aprende jugando
El sistema Muse, desarrollado por Microsoft Research junto con el estudio Ninja Theory, está entrenado con millones de imágenes y grabaciones de partidas, especialmente del juego Bleeding Edge. Gracias a este entrenamiento masivo, Muse no necesita programación específica ni motor gráfico: simplemente analiza entradas del jugador —como mover un joystick o pulsar un botón— y responde generando el juego en tiempo real.
Esto significa que, por ejemplo, si el jugador gira la cámara, Muse genera automáticamente la nueva escena que debería aparecer. Si dispara, la IA decide si la bala impacta o no, simulando una lógica similar a la de un shooter convencional. Todo ocurre «en el acto», sin que exista un escenario prediseñado. Aunque sorprendente desde el punto de vista técnico, la calidad visual y de rendimiento todavía está bastante lejos de los estándares aceptables para una experiencia completa.
La demo alcanza una resolución de 640×360 píxeles y se mueve entre 10 y 15 fotogramas por segundo, según han confirmado varios usuarios tras realizar pruebas. Esta cifra es superior al primer prototipo de Muse, que funcionaba a apenas 300×180 píxeles y 10 fps, pero sigue siendo insuficiente para garantizar una experiencia fluida. Enemigos mal definidos, texturas borrosas y animaciones mínimas son algunas de las carencias más reseñadas.
Eso sí, la tecnología permite que el mundo del juego se genere conforme avanzamos, pero con algunas limitaciones: la IA recuerda únicamente lo ocurrido en los últimos segundos, por lo que si un objeto desaparece del campo visual por más de 0,9 segundos (equivalente a 9 fotogramas), tiende a olvidarlo. Este detalle evidencia que aún estamos ante una fase muy temprana de evolución de estos modelos.
Una propuesta técnica con una recepción dividida
Aunque algunos expertos han valorado el experimento como un avance relevante, las reacciones más sonadas han sido negativas. Ante la presentación oficial compartida por el periodista Geoff Keighley en redes sociales, miles de usuarios respondieron con escepticismo o directamente rechazo.
Entre los comentarios más repetidos, hay quienes ironizan sobre el consumo energético de esta IA, comparándolo con el de jugar a Quake II en su versión original con un equipo moderno. «Esto usa los mismos recursos que jugar al original, pero multiplicados por mil», decía un usuario. Otros tacharon el proyecto de “basura técnica” o «una falta de respeto hacia los desarrolladores humanos». Además, en estos momentos de cambios en el sector, muchos se preguntan acerca de la creación de archivos para juegos históricos.
Las críticas también apuntan al contexto laboral actual del sector, en el que se han producido miles de despidos. Muchos consideran que lanzar una herramienta de creación automática en estos momentos es, cuanto menos, insensible. Especialmente llamativo resultó ver al propio Keighley promocionando la demo, cuando meses antes expresó su preocupación por la inestabilidad del empleo en eventos como The Game Awards.
Geoff Keighley no fue el único señalado. Satya Nadella, CEO de Microsoft, ha manifestado su intención de extender el uso de la inteligencia artificial en futuros videojuegos. Comparó el impacto de Muse con el momento en que conoció por primera vez herramientas como ChatGPT. Para él, la IA generativa representa la próxima gran revolución tecnológica en el entretenimiento interactivo.
¿Riesgo, oportunidad o simple experimento?
Dentro de la industria, existe también una visión más optimista. Algunos defensores de la inteligencia artificial consideran que su uso podría permitir recuperar juegos antiguos sin necesidad de emular hardware obsoleto o portar código complejo. Muse, desde esta perspectiva, sería una herramienta útil para la conservación digital y el rediseño de experiencias interactivas de décadas pasadas.
Phil Spencer, responsable máximo de Xbox, ha apuntado en esa dirección: imagina un escenario donde basten algunos datos visuales de un juego retro para que Muse lo reconstruya en cualquier plataforma moderna. Según él, este tipo de desarrollos no sustituirán a los creadores humanos, sino que servirán para acelerar procesos como las pruebas o la adaptación de prototipos.
Se trataría, en todo caso, de un soporte a diseñadores y programadores, no de una IA que haga todo por sí sola sin intervención humana. Al menos, ese es el enfoque oficial transmitido tanto por Spencer como por el equipo de investigación de Microsoft.
Aun así, el temor de que las empresas utilicen estas tecnologías para reducir costes eliminando perfiles creativos sigue muy presente entre los profesionales del sector. Lo que hoy se presenta como un ejemplo técnico, mañana podría ser una solución adoptada por estudios de bajo presupuesto, compañías móviles o productores masivos de contenido jugable.
Lo que propone Microsoft con esta versión de Quake II generada por IA no es vender un nuevo juego ni reemplazar un clásico, sino abrir nuevas vías de exploración tecnológica. Desde el punto de vista del desarrollo, Muse es una muestra de lo que puede conseguir una IA capaz de interpretar acciones humanas y generar respuestas gráficas y lógicas en tiempo real.
No obstante, el debate sobre si esta herramienta será una aliada o una amenaza sigue abierto. ¿Hasta qué punto se puede automatizar la creación sin perder el alma de un videojuego? ¿Qué consecuencias tendrá para los empleos creativos? ¿Es posible mantener la identidad de un juego sin seguir sus códigos ni motores originales?
Por ahora, la demo de Quake II generada por Muse queda como un experimento interesante, imperfecto y provocador. Una prueba de que la inteligencia artificial avanza rápido, pero aún tropieza cuando se enfrenta a las expectativas del público y la sensibilidad del arte. Solo el tiempo dirá si esta tecnología logra encontrar su lugar dentro del desarrollo moderno o si quedará como una curiosidad pasajera que no logró conectar con los jugadores.
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