El software espía Pegasus, conocido mundialmente por su capacidad de infiltrarse en dispositivos móviles sin dejar rastro, vuelve a estar en el centro de la polémica. Tradicionalmente asociado con la vigilancia a líderes políticos, periodistas y activistas, su uso ha dado un giro inquietante: ahora también está impactando a ciudadanos comunes.
Esta expansión en su alcance no solo pone en jaque los derechos de privacidad de las personas, sino que también expone una realidad tecnológica alarmante. ¿Cómo un software que debería estar limitado a objetivos estratégicos ha llegado a los dispositivos de la gente corriente? Todo apunta a una combinación de factores, desde la proliferación del mercado negro hasta un cambio en las estrategias de quienes lo adquieren.
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