Peligros de usar el navegador de ChatGPT (Atlas): riesgos reales y cómo blindarte

Última actualización: 31/10/2025
Autor: Isaac
  • Atlas rompe barreras entre webs y apps, elevando la exposición a inyecciones de prompts y fugas.
  • El servicio recopila datos de cuenta, técnicos y de uso; gestiona memorias y sesiones con retención configurable.
  • Mitigaciones: 2FA, límites de memoria, logged out/watch mode, permisos granulares y verificación humana.

Riesgos del navegador de ChatGPT

El boom de los asistentes de IA ha dado paso a una nueva hornada de herramientas que prometen simplificarlo todo, y el navegador de ChatGPT (Atlas) es quizá el ejemplo más ambicioso. Esa misma ambición, no obstante, agranda la superficie de ataque y multiplica los puntos débiles si no se gestiona con cabeza, transparencia y controles estrictos.

Más allá del brillo del marketing, conviene bajar a tierra algunas realidades: estos sistemas necesitan ver, recordar y operar en tu contexto digital para ser útiles. Eso significa manejar historiales, credenciales, documentos, hábitos y, en muchos casos, sesiones autenticadas. Aquí es donde entran en juego la privacidad, la seguridad operativa y la posibilidad de abusos como la inyección indirecta de prompts.

Qué es Atlas y por qué cambia las reglas del juego

Atlas no es otro navegador con una caja de búsqueda; es un entorno donde un agente de IA puede comprender la página abierta, resumirla, cruzarla con tu propio contexto y ejecutar acciones dentro del sitio. Deja de ser un mero visor para convertirse en un “sistema operativo conversacional” que rompe la dinámica tradicional de pestañas y clics.

En su concepción, se diluyen límites de toda la vida: capas antes separadas (aplicaciones, webs, cuentas) quedan a tiro del mismo asistente. Si ese asistente tiene sesión iniciada en banca, correo y herramientas corporativas, y además puede “actuar por ti”, la comodidad aumenta… y el riesgo también.

Junto a la conversación contextual, Atlas incorpora dos ideas especialmente sensibles: memorias persistentes del navegador (recuerdos que afinan respuestas a partir de lo que haces y buscas) y un modo agente capaz de navegar e interactuar de forma autónoma (completar formularios, reservar, comprar). Bien configurado, ahorra tiempo; mal acotado, abre la puerta a errores, abusos y filtraciones.

Privacidad y seguridad con IA

Amenazas emergentes: de las órdenes invisibles a la exposición de datos

La inyección indirecta de prompts es el gran coco del momento. Consiste en esconder instrucciones maliciosas en una página o documento para que la IA, al leerlas, las obedezca como si fuesen tuyas. Si el agente opera con tus permisos, puede realizar acciones no autorizadas con tu misma capacidad: robar un calendario, extraer correos o manipular formularios.

Este vector ataca justo donde duele: desactiva muchas barreras clásicas del navegador (como la política de mismo origen) porque el agente actúa “como tú”. Investigaciones de seguridad han mostrado casos prácticos y, más preocupante aún, demostraciones de cómo engañar al navegador para visitar logins falsos y ejecutar interacciones sin que el usuario lo note.

Para ofrecer respuestas afinadas, un navegador con IA necesita contexto: historial, comportamiento, documentos, correos, sesiones abiertas. Cuanto más contexto, mejor respuesta… y mayor sensibilidad de los datos. Esto alcanza incluso a temas delicados: tests independientes detectaron que memorizó búsquedas sobre salud reproductiva y nombres de profesionales reales, algo que abre interrogantes en jurisdicciones donde esta información puede acarrear riesgos legales o sociales.

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OpenAI reconoce que las inyecciones de prompts son un reto de seguridad aún no resuelto y plantea mitigaciones: entrenamiento del modelo para ignorar instrucciones maliciosas, un logged out mode que desliga al agente de tus credenciales, watch mode que detiene acciones si no mantienes la pestaña activa y controles de memoria para borrar recuerdos o bloquear su creación. Son capas útiles, aunque ninguna es una bala de plata.

Qué datos se recopilan, dónde terminan y cuánto tiempo se guardan

Conviene ser claros con el tipo de datos que maneja el ecosistema de ChatGPT. Desde el punto de vista de cuenta, se almacenan las credenciales básicas (email, usuario) y, si pagas, datos de facturación. Además, se guardan preferencias como idioma, tema e incluso, si activas el historial, los prompts y respuestas para personalizar tu experiencia y perfilar mejor el contenido.

En la parte técnica, el servicio registra tu dirección IP, modelo de dispositivo, navegador y datos de uso (frecuencia, duración y funciones invocadas: navegación, código, imágenes, etc.). Este inventario sirve para seguridad (detección de abusos y suplantaciones), diagnóstico y mejora del producto.

Respecto a retención, las comunicaciones y la documentación pública señalan que los historiales pueden conservarse al menos 30 días por motivos operativos, y que la persistencia del contenido y recuerdos depende de tus ajustes y del tipo de cuenta. Usuarios gratuitos no mantienen historiales de forma permanente por defecto, mientras que los de pago pueden modular el tiempo de almacenamiento. En todo caso, se ofrece la posibilidad de eliminar y solicitar copia o rectificación de tus datos.

En seguridad, OpenAI indica emplear AES‑256 para datos en reposo y TLS 1.2+ en tránsito, realizar auditorías (internas y externas), mantener un programa de bug bounty, aplicar filtros de contenido y cumplir normativas de privacidad (como RGPD o CCPA). Incluso así, ningún sistema está libre de filtraciones: cuantos más datos sensibles concentres, mayor impacto en caso de incidente.

Riesgos para empresas: ingeniería social, spear phishing y malware

Si se usa sin guardarraíles, la IA generativa puede acelerar el trabajo del atacante. Mensajes de phishing impecables, en cualquier idioma y estilo, se crean en minutos y a escala. Si además se nutren de datos públicos sobre el objetivo, entramos en terreno de spear phishing muy convincente.

La misma capacidad para producir texto se extiende al código: scripts funcionales en segundos, trozos de malware o utilidades para intrusión. Aunque existan bloqueos en el modelo, con el suficiente conocimiento se pueden hallar rodeos y combinar piezas para usos ilícitos.

No es teoría: se han detectado a la venta en foros clandestinos miles de cuentas comprometidas de ChatGPT. Con una cuenta robada, un atacante accede a tu historial de conversaciones, quizá a tokens, credenciales, información sensible que volcaste en prompts por comodidad, y puede reutilizarla para extorsión o movimiento lateral.

Para la empresa, esto se traduce en exposición de IP, fuga de secretos, suplantaciones y pérdida de confianza. Las áreas más golpeadas son soporte, contenidos, desarrollo y finanzas, donde la automatización aumenta la productividad pero también los impactos de un uso torpe o sin controles.

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Administraciones públicas: utilidad real, pero con frenos y cinturón

En la gestión pública, la tentación es clara: un buen modelo genera borradores de pliegos, resúmenes y presentaciones en segundos. Hay profesionales que ya lo emplean con resultados notables. Ahora bien, varios avisos encendidos invitan a la prudencia.

Primero, las alucinaciones: el sistema puede inventar con naturalidad, justo lo que menos conviene en documentos oficiales. Segundo, trasladar datos públicos sensibles a un servicio privado sin depurarlos (anonimización, tachado de datos personales) puede incumplir normativa y abrir fugas.

Además, formular buenas preguntas y aportar el contexto mínimo indispensable requiere formación específica que no todos los equipos tienen. El riesgo es aceptar un resultado aparente y no detectarle los errores por falta de competencias técnicas. A la larga, existe también el peligro de descapitalizar conocimiento interno si se externaliza la pericia en exceso.

La recomendación razonable: uso experimental, con supervisión y pautas claras. Nada de despliegues indiscriminados sin gobierno del dato, registros de lo compartido y controles de acceso robustos.

Usuarios finales: apps falsas, desinformación y educación

Con la popularidad llegan los clones. Aplicaciones falsas de ChatGPT han colonizado tiendas y webs con la promesa de funciones premium. Resultado: malware, robo de credenciales y pérdidas económicas. Ojo con los enlaces en redes o correos “demasiado buenos para ser verdad”.

La desinformación no es nueva, pero ahora cualquier persona puede fabricar textos convincentes de forma masiva o crear vídeos falsos; aprende a detectar si un vídeo ha sido creado por IA. Si tomas la respuesta de una IA como “palabra de ley”, corres el riesgo de propagar errores, sesgos o contenidos manipulados. El propio sistema advierte que puede equivocarse; toca verificar en fuentes fiables.

En el aula, el problema no es solo el plagio. Un abuso de estos atajos erosiona el pensamiento crítico y la capacidad de redacción. El mejor enfoque es integrarlo como apoyo (ideación, estructura, dudas puntuales), con evaluación que premie el razonamiento y la reflexión propia.

Salud mental: por qué un chatbot no sustituye a la terapia

Aunque pueda sonar acogedor, un asistente no es terapeuta. No conoce tu historia, contexto, lenguaje no verbal ni puede emitir un diagnóstico clínico. La alianza terapéutica (rapport) es humana: escucha profunda, empatía real, tiempos y silencios significativos.

Usarlo como muleta continua para aliviar malestar inmediato puede llevar a dependencia, evitación de problemas y menor desarrollo de habilidades emocionales. Peor aún, un sistema así puede pasar por alto señales de alarma en situaciones de riesgo, donde hace falta intervención profesional.

También existen sesgos y errores heredados de los datos de entrenamiento. En materias sensibles (cultura, género, salud) esto puede cristalizar en consejos inadecuados. Como herramienta educativa o para desestigmatizar la terapia, puede ayudar; para tratar, no.

Medidas de protección para personas y organizaciones

Antes de nada, principio de mínimos: no compartas información sensible en prompts. Nada de credenciales, datos financieros, expedientes clínicos ni secretos corporativos. En producción, encapsula el contexto con controles de acceso, tokenización y registro de consultas.

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Refuerza tus cuentas: contraseñas únicas y robustas, gestor de contraseñas, rotación periódica y 2FA activado. Comprueba sesiones activas y cierra la cuenta si sospechas actividad extraña.

Revisa los ajustes de privacidad: desactiva o limita memoria si no te aporta valor, controla el uso de tus datos para mejorar modelos y elimina historiales cuando no los necesites. Recuerda tus derechos de acceso, rectificación y borrado bajo RGPD.

Endurece el entorno: dispositivos actualizados, antimalware reputado y cautela con extensiones. Desconfía de apps no oficiales; descarga solo desde fuentes verificadas. Si el riesgo del entorno es alto, considera usar una VPN para cifrar tu tráfico y dificultar el rastreo.

Dentro del propio Atlas/ChatGPT, usa las capas de defensa disponibles: logged out mode para tareas sin sesión, solicita confirmación explícita en acciones sensibles y activa “watch mode” cuando el agente interactúe con sitios críticos. Borrar recuerdos y restringir permisos granulares debe ser la norma.

Para empresas, trata estos navegadores como tecnologías de alto riesgo hasta madurar los controles: segmenta datos, entrena a los equipos, aplica políticas claras de uso y monitoriza continuamente. Aísla las instrucciones del usuario del contenido web no confiable e implanta revisiones humanas para operaciones sensibles.

Los reguladores tienen tarea: marcos específicos para IA que incluyan transparencia en tratamiento de datos, notificación de incidentes y responsabilidad cuando el agente actúe por delegación del usuario. El ritmo de innovación es feroz; la seguridad debe avanzar a la par.

Qué hace el proveedor para mitigar riesgos

Además del cifrado y las auditorías, se están aplicando técnicas de refuerzo para que el modelo ignore instrucciones maliciosas, controles de eliminación de recuerdos y restricciones que impiden ejecutar código o descargar archivos sin autorización. Hay también políticas de transparencia y un programa de recompensas para investigadores que reporten fallos.

La realidad, sin embargo, es tozuda: las inyecciones de prompts siguen activas como desafío. La defensa será siempre en capas: configuración rigurosa, higiene digital y supervisión humana donde importe. Como dijo un experto, la batalla de los navegadores ya no va de pestañas, va de que nuestros asistentes no se vuelvan en nuestra contra.

La IA en el navegador trae potencia y fricción a partes iguales. Si dominas las configuraciones, reduces lo que compartes y aplicas cautelas operativas, aprovecharás el valor sin regalar tus datos ni tus permisos. Los próximos dos años marcarán si seguridad y regulación se ponen a la altura del salto tecnológico que ya está aquí.

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