Hubo una época en la que Microsoft pensaba en transformar totalmente la experiencia del usuario con su sistema operativo. Era 1995 y, con la llegada inminente de Windows 95, un pequeño equipo dentro de la compañía liderado por Melinda French —quien más tarde sería Melinda Gates— tuvo una idea ambiciosa: hacer que el ordenador fuese accesible para todos, especialmente para principiantes. Así nació Microsoft Bob, una de las iniciativas más peculiares y, a su vez, fallidas de toda la historia de la tecnología doméstica.
Diseñado como una interfaz gráfica alternativa, Bob pretendía que usar el ordenador fuera tan fácil como habitar una casa. Una sala digital llena de muebles interactivos, mascotas parlanchinas y un entorno que simulaba el hogar fue la carta de presentación de este software. Aunque el proyecto tenía buenas intenciones y estaba respaldado por estudios universitarios sobre interacción social con ordenadores, el resultado no fue el esperado.
Un concepto revolucionario (para su época)
En la primera mitad de los años 90, los ordenadores todavía no eran tan comunes en los hogares y, para muchos, interactuar con un sistema operativo se sentía como enfrentarse a un extraterrestre. Microsoft se dio cuenta de esto y propuso una solución sorprendente: una interfaz amigable que reemplazara el escritorio tradicional por una casa virtual.
Lanzado oficialmente el 31 de marzo de 1995, Microsoft Bob fue definido internamente bajo el nombre en clave “Utopia”. El software era compatible con Windows 3.1 y con la futura versión de Windows 95. En lugar de ver carpetas y archivos, el usuario entraba a un entorno digital donde podía moverse entre habitaciones, cada una con objetos que representaban funciones habituales: una libreta sobre una mesa para abrir el procesador de textos, un calendario en la pared, un reloj, e incluso herramientas educativas.
Las habitaciones podían personalizarse y estaban habitadas por asistentes animados como Rover, un perro amarillo que guiaba al usuario. También había otras criaturas como gárgolas, loros, ratas, tortugas o incluso una caricatura de William Shakespeare. Estos personajes intentaban facilitar la experiencia del usuario, similar a cómo algunas apps para ver fotos GIF animadas hacen que la interacción digital sea más entretenida.
El diseño era colorido, con estética de dibujos animados, lo que hacía que el conjunto resultara gráfico y llamativo, pero también originó una de las críticas más contundentes: parecía un juguete y no una herramienta seria. Para un público adulto, Bob era nada menos que infantil y poco profesional.
Un equipo ilustre detrás (y una tipografía inmortal)
Melinda French, futura esposa de Bill Gates, fue la máxima responsable del desarrollo de Microsoft Bob en su rol de gerente de Productos de Información. Aunque dejó el proyecto tras casarse con Gates, más tarde reconoció en una publicación en LinkedIn que fue su primer gran fracaso profesional.
Lo curioso es que Bob también fue el origen de la polémica fuente Comic Sans. Vincent Connare, diseñador tipográfico de Microsoft, detectó que la interfaz usaba Times New Roman, lo cual desentonaba con lo desenfadado del entorno. Decidió diseñar una nueva tipografía más adecuada, inspirada en cómics. Aunque no se terminó a tiempo para el lanzamiento de Bob, Comic Sans se popularizó más adelante al incluirse en otros productos como Windows 95 Plus! Pack y Microsoft 3D Movie Maker. Hoy es una fuente amada y odiada a partes iguales.
Multitud de recursos… y requisitos imposibles
Bob exigía unos recursos que, en su época, lo hicieron casi inaccesible para muchos usuarios. Requería 8 MB de RAM, 30 MB de espacio libre en disco duro y una tarjeta gráfica VGA. Aunque hoy parecen cifras irrisorias, en 1995 eran especificaciones técnicas elevadas para un hogar medio. Muchos ordenadores no podían ejecutar el programa con fluidez, lo que desesperaba aún más a los usuarios inexpertos a los que, se suponía, iba dirigido.
A estos problemas técnicos se sumaban otros como tutoriales que se repetían una y otra vez sin posibilidad de ser desactivados, interacciones lentas, escasa compatibilidad con otras apps de Windows y un precio poco competitivo. Costaba unos 100 dólares, una barrera considerable para algo que la mayoría no terminaba de entender si era un juego educativo o una herramienta de trabajo.
No es de extrañar que, a pesar del gran despliegue publicitario, Microsoft Bob fuera objeto de severas críticas por parte de expertos y medios. La revista PC World lo incluyó en su lista de las “25 peores invenciones tecnológicas” y CNET lo llamó el peor producto de la década. Incluso la influyente revista Time le dedicó una mención en su ranking de los 50 peores inventos de la historia.
Una idea con raíces académicas
Detrás de Microsoft Bob no solo había diseñadores gráficos, ingenieros de software y publicistas. También se apoyó en investigaciones académicas sobre cómo las personas interactúan con las computadoras.
Según los sociólogos Clifford Nass y Byron Reeves, de la Universidad de Stanford, las personas tienden a tratar a las computadoras como si tuvieran rasgos humanos y capacidad emocional. A partir de esa premisa, Microsoft quiso crear un entorno que reprodujese relaciones sociales cotidianas y naturales, como si el usuario realmente habitara una casa digital con alguien que lo guiara.
Su libro La ecuación de los medios se convirtió en obra clave para la interacción humano-máquina, y Bob fue uno de los primeros intentos de trasladar esa teoría al software doméstico. No fue bien recibido, pero sería un punto de referencia para futuros asistentes digitales.
Un legado que aún perdura
Bob no tuvo una vida larga. A principios de 1996 ya había sido descontinuado en favor de Windows 95, que presentaba una interfaz gráfica mucho más intuitiva y moderna. Pero, curiosamente, algunos elementos de Bob sobrevivieron.
El personaje de Rover volvió en Windows XP como asistente de búsqueda de archivos. Otros personajes de Bob se reciclaron para Office 97: por ejemplo, el asistente William Shakespeare —Will— se convirtió en una de las caras de ayuda en Office, mientras que la bola roja The Dot apareció también como guía.
El logotipo de Bob, una cara sonriente con gafas, fue utilizado tiempo después en emoticonos de Windows Live Messenger y otros productos de Microsoft. Además, el fenómeno cultural de los asistentes animados culminó con Clippy, el inolvidable clip parlante que ayudaba —o molestaba— en Microsoft Office.
Bob escondido en Windows XP
Una de las anécdotas más curiosas sobre Microsoft Bob ocurrió años después de su desaparición. Mientras se preparaba el CD de instalación de Windows XP, los desarrolladores notaron que sobraban unos 30 MB de espacio. Para no dejarlo vacío —y también para dificultar las descargas ilegales—, alguien decidió rellenar ese espacio con archivos cifrados que contenían datos de las imágenes originales de Microsoft Bob.
Así fue como Bob volvió a estar presente, de forma invisible, en millones de instalaciones de Windows XP en todo el mundo. Aunque nadie podía ver el contenido a simple vista, ahí estaban sus antiguos disquetes convertidos en datos sin utilidad… o con un valor casi nostálgico.
Microsoft Bob no fue un éxito, pero tampoco cayó en el olvido. Para muchos, fue su primer contacto con un ordenador doméstico. Diseñar habitaciones, mover objetos virtuales y recibir consejos de un perro digital quedó grabado en la memoria de quienes lo vivieron mientras intentaban entender cómo funcionaba el PC de la familia.
Hoy, Microsoft Bob es estudiado como un curioso intento de humanizar la informática en una época en la que usar un ordenador era poco menos que enfrentarse a una interfaz críptica. A pesar de fallar en su ejecución, la intención detrás de este software fue un paso valiente en la democratización de la informática, que anticipó con décadas de antelación el enfoque centrado en el usuario que hoy domina en el desarrollo de software.
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