Codecs de audio con mayor compresión: comparativa actual

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El mundo del audio digital ha experimentado una transformación radical durante los últimos años, especialmente en lo que respecta a la forma en la que almacenamos, transmitimos y disfrutamos nuestras pistas de sonido favoritas. Por sorprendente que parezca, la clave de esta revolución radica en la existencia de los codecs de audio, pequeños programas y algoritmos que permiten reducir el tamaño de los archivos de audio y facilitar su transporte digital, sin que la calidad se vea comprometida más de lo necesario. Si alguna vez te has preguntado cuál es el secreto para escuchar miles de canciones en tu móvil o para el streaming sin cortes, aquí tienes la respuesta.

Sin embargo, no todos los codecs son iguales ni cumplen la misma función. Algunos están diseñados para comprimir al máximo sacrificando algo de fidelidad, otros preservan cada matiz del sonido original; los hay pensados para ser compatibles con distintos dispositivos y también existen aquellos que han nacido de la necesidad de compartir música legalmente en la red. Elegir el codec adecuado puede marcar la diferencia entre una experiencia musical sublime y una mediocre, entre ahorrar espacio de almacenamiento o malgastarlo, entre tener compatibilidad universal o encontrarte con archivos que tu reproductor no reconoce. En esta guía vamos a profundizar en los codecs de audio con mayor compresión, comparando sus características, aplicaciones y ventajas, y dándote todas las claves para escoger el formato más apropiado según tus necesidades y gustos.

¿Qué es un codec de audio y cómo funciona?

Antes de sumergirnos en la jungla de formatos, conviene aclarar qué es exactamente un codec de audio. Básicamente, un codec (palabra que deriva de codificador-decodificador) es un algoritmo o software cuya misión es transformar una señal de audio analógica en digital, comprimirla para reducir su tamaño y después descomprimirla cuando la queremos reproducir. Gracias a los codecs, podemos disfrutar de nuestras canciones favoritas a través de internet, llevarlas en el móvil o reproducirlas en altavoces inteligentes, entre otros muchos usos.

El proceso fundamental de un codec es simple en apariencia pero sofisticado en la práctica: primero, toma el audio en bruto (PCM, por ejemplo), lo fragmenta en pequeños bloques y elimina (o no) información duplicada, redundante o que el oído humano no percibe bien. Dependiendo de la filosofía del codec, esa información perdida se podrá recuperar (compresión sin pérdida) o no (compresión con pérdida). Finalmente, cuando le das al ‘play’, el reproductor decodifica el archivo para devolver el sonido.

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Tipos de compresión de audio: con pérdida, sin pérdida y sin comprimir

compresión audio

La compresión de audio es el corazón del asunto. Hay tres grandes familias de formatos según cómo gestionan la información del sonido:

  • Con pérdida: Eliminan información que se considera poco relevante para el oído humano, logrando así archivos notablemente más pequeños. Los más famosos son MP3, AAC, OGG/Vorbis y WMA. Este tipo es el rey del streaming y la reproducción portátil gracias a su enorme grado de compresión.
  • Sin pérdida: Comprimen el archivo pero sin sacrificar ningún detalle. Al reproducirlos, puedes reconstruir exactamente el audio original. Aquí destacan FLAC, ALAC y WMA (sin pérdida).
  • Sin comprimir: Guardan la señal en su estado más puro; ocupan mucho espacio pero mantienen la totalidad de la información. Ejemplos principales son WAV, AIFF y DSD.
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Codecs de audio con compresión con pérdida: ¿cuáles son los que comprimen más?

Los codecs de compresión con pérdida están optimizados para reducir el tamaño del archivo de manera muy significativa, a cambio de eliminar parte de la información sonora que, en teoría, no afecta demasiado a la experiencia de escucha. Esto se consigue usando modelos psicoacústicos para decidir qué sonidos puede prescindir nuestro oído.

Entre los formatos con compresión con pérdida más destacados se encuentran:

  • MP3 (MPEG-1 Layer III)
  • AAC (Advanced Audio Coding)
  • OGG/Vorbis
  • Opus
  • WMA (Windows Media Audio)
  • aptX y variantes Bluetooth (aptX HD, aptX Low Latency, LDAC)

Cada uno de estos codecs tiene características particulares, ventajas y limitaciones en cuanto a calidad, compatibilidad y tasas de compresión. Vamos a analizarlos uno a uno.

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MP3: el rey universal de la compresión con pérdida

Pocos formatos han marcado tanto un antes y un después en la historia del audio digital como el MP3. Su nombre proviene de MPEG-1 Layer III, y su éxito se debe a su capacidad para reducir archivos de audio hasta en un 90% respecto al original sin que la mayoría de los oyentes apreciara una pérdida notable de calidad. Esta hazaña, impensable en su época, se logró sacrificando datos que nuestro sistema auditivo no es capaz de percibir claramente.

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El MP3 se utiliza en infinidad de contextos: desde la música descargada de internet, hasta audiolibros, podcasts y sistemas de audio de automóviles. Es casi ubicuo y su principal virtud es la compatibilidad casi universal. Un MP3 comprimido a 128 kbps ya suena decente, pero a partir de 192 kbps y especialmente a 320 kbps, resulta muy difícil distinguirlo de la calidad original en escuchas casuales.

No obstante, su algoritmo de compresión es menos eficiente que los más modernos. Los archivos siguen sin ser tan pequeños como podrían ser, y en comparación con las opciones actuales, el MP3 logra menos calidad a igual tasa de bits. Aun así, por compatibilidad y sencillez, sigue siendo el formato preferido de muchos usuarios.

AAC: el sucesor evolucionado

Desarrollado como la evolución natural del MP3, el AAC (Advanced Audio Coding) destaca por su eficiencia y flexibilidad. Nació de la mano del grupo MPEG, con la intención de ofrecer una mejor calidad a igual tamaño de archivo y, por tanto, permitir una mayor compresión sin que la experiencia auditiva se resintiera.

AAC se ha convertido en el formato estándar de streaming para Apple Music, YouTube y las plataformas móviles de iOS. Ofrece una respuesta en frecuencia y una representación de las voces e instrumentos más precisa que MP3 cuando se usan tasas de bits similares.

Gracias a su eficiencia, AAC permite una compresión mayor, manteniendo el sonido mucho más fiel; por eso, es habitual encontrarlo en servicios de streaming y dispositivos móviles. Sus archivos llevan extensiones como .aac, .m4a y .mp4 (este último cuando acompaña a vídeo).

OGG/Vorbis: el campeón del código abierto

Vorbis, más conocido por su asociación con el contenedor OGG, es un formato libre y gratuito, desarrollado por la fundación Xiph.Org como alternativa a los codecs propietarios.

OGG/Vorbis consigue un grado de compresión y calidad muy similar (e incluso superior) al de MP3 y AAC, especialmente a tasas de bits bajas. Este formato se convirtió en el favorito de muchas plataformas de streaming, y no es casualidad que Spotify utilice el OGG/Vorbis comprimido a 320 kbps para su streaming de mayor calidad.

Como nota diferencial, su carácter abierto y libre de royalties favorece su uso en proyectos independientes y en software de libre distribución.

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Opus: la nueva ola en compresión versátil

Opus es otro codec de código abierto orientado principalmente al streaming de voz sobre IP y a la transmisión de audio en tiempo real, aunque es perfectamente apto para música. Se basa en tecnologías desarrolladas tanto para voz (SILK de Skype) como para música (CELT), lo que le permite ajustarse de manera flexible al contenido.

Opus destaca por ofrecer una relación calidad/tamaño de archivo sobresaliente, además de soportar tasas de bits variables desde 6 kbps hasta 510 kbps, adaptándose así a conexiones de red inestables y permitiendo mantener la calidad aunque el ancho de banda varíe. Su adopción está creciendo en aplicaciones como Discord, WhatsApp y otras plataformas de comunicación.

WMA: la apuesta de Microsoft

Windows Media Audio (WMA) fue la respuesta de Microsoft para competir en el terreno de la compresión con pérdida. Aunque se popularizó en la época dorada de Windows XP, su uso ha disminuido notablemente fuera del entorno Microsoft.

WMA presume de mejor calidad que MP3 a bajas tasas de bits, pero su limitada compatibilidad con sistemas distintos a Windows hizo que quedara relegado. Incluso así, aún es utilizado en algunos dispositivos y como formato secundario en ciertas aplicaciones.

aptX, LDAC y otros codecs Bluetooth

En la era de los dispositivos inalámbricos, han surgido codecs específicos para resolver el problema de la transmisión de audio por Bluetooth. Aquí destacan aptX (en sus variantes aptX HD y aptX Low Latency) y LDAC. aptX fue desarrollado por Qualcomm y busca reducir la latencia y elevar la calidad comparado con los codecs Bluetooth estándar (SBC).

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aptX HD permite transmitir audio de alta resolución, mientras que aptX Low Latency está enfocado en minimizar el retardo, algo esencial para gamers y usuarios de vídeo. Por su parte, LDAC es la apuesta de Sony para transmitir audio de alta fidelidad a través de conexiones inalámbricas, permitiendo tasas de bits mucho más altas que la competencia.

No obstante, la compresión con estos codecs sigue siendo con pérdida, y la calidad final depende tanto del propio codec como de la compatibilidad de los dispositivos emisor y receptor.

Formatos de audio sin pérdida: la compresión sin sacrificar nada

Para quienes buscan máxima fidelidad sin renunciar a la compresión, los codecs de audio sin pérdida son la opción. Estos formatos permiten comprimir el archivo sin perder ningún dato, recuperando exactamente el sonido original al descomprimirlo.

  • FLAC (Free Lossless Audio Codec)
  • ALAC (Apple Lossless Audio Codec)
  • WMA (sin pérdida)

Utilizan algoritmos avanzados para detectar patrones y redundancias, permitiendo una reducción de tamaño del archivo de entre un 30% y un 60% respecto al original. La calidad se mantiene intacta, garantizando que la reproducción sea idéntica a la grabación original.

FLAC: el estándar abierto del audio sin pérdida

FLAC se ha convertido en el formato sin pérdida más empleado fuera del universo Apple. Permite archivos casi a la mitad de tamaño que un WAV o AIFF, pero con calidad indistinguible del original. Es el favorito de los audiófilos y de quienes quieren tener su biblioteca de música digital en calidad máxima sin llenar el disco duro en un abrir y cerrar de ojos.

FLAC es compatible con la mayoría de reproductores modernos y ha contribuido a que la música de alta resolución sea accesible para un público amplio.

ALAC: la respuesta de Apple al FLAC

Para quienes están inmersos en el ecosistema Apple, ALAC (Apple Lossless Audio Codec) es la opción estándar. Al igual que FLAC, este formato ofrece compresión sin pérdida y archivos más pequeños, pero con la ventaja de estar especialmente optimizado para dispositivos iOS y el software de la marca de la manzana.

Desde hace un tiempo, Apple Music ofrece todo su catálogo en ALAC con calidad de CD o superior. Cabe destacar, eso sí, que el tamaño de los archivos ALAC suele ser ligeramente superior al de FLAC.

WMA sin pérdida: la alternativa de Microsoft

Menos común que sus rivales, WMA Lossless se diseñó como la opción sin pérdida para usuarios de Windows. Permite almacenar audio con calidad máxima y compresión respetable, aunque ni la compatibilidad ni la eficiencia alcanzan a FLAC o ALAC. Sigue siendo útil en entornos Windows y algunos reproductores específicos.

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Formatos de audio sin comprimir: máxima fidelidad, máximo peso

Para los puristas del sonido y quienes no tienen limitaciones de almacenamiento, los archivos sin comprimir mantienen cada detalle y matiz de la grabación original. Aunque ocupan mucho espacio, ofrecen la máxima calidad posible. Los principales son:

  • WAV (Waveform Audio File Format)
  • AIFF (Audio Interchange File Format)
  • DSD (Direct Stream Digital)

Son ideales para producción musical, edición y almacenamiento de archivos en su máxima calidad.

WAV: el estándar de la industria

WAV, desarrollado por Microsoft e IBM, es el formato preferido en entornos profesionales y en sistemas Windows. Utiliza PCM (Pulse Code Modulation) para almacenar el audio sin comprimir y se usa en la masterización de CD. Una canción de 3 minutos en WAV puede ocupar más de 30 MB, pero preserva toda la fidelidad.

AIFF: la opción de Apple para audio sin comprimir

AIFF, desarrollado por Apple, es muy similar a WAV, usando PCM para codificar. Es ampliamente utilizado en Mac y en proyectos de audio profesional. Ofrece compatibilidad y calidad máxima, aunque a costa de gran tamaño.

DSD: audio de alta definición para los más exigentes

DSD (Direct Stream Digital) se emplea en SACD y por audiófilos que buscan la máxima resolución. Utiliza un solo bit muestreado a frecuencias extremadamente altas (2,8 a 11,2 MHz), logrando una experiencia que emula la analógica. Su uso es minoritario por el tamaño de los archivos y hardware especializado.

¿Qué factores determinan la eficiencia de la compresión de un codec?

Al hablar de ‘mayor compresión’, nos referimos a la capacidad del codec para reducir el tamaño del archivo de audio manteniendo la calidad aceptable. Varias variables técnicas influyen en esto:

  • Tasa de bits (bitrate): Más bajo reduce tamaño, pero puede afectar la calidad.
  • Algoritmo de compresión: Estrategias diferentes para eliminar información redundante.
  • Modo de codificación: Estéreo, mono, doble canal, etc.
  • Eficiencia psicoacústica: Capacidad para eliminar datos inaudibles.
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Codecs de audio y uso cotidiano: ¿cuándo elegir máxima compresión y cuándo priorizar calidad?

No existe una respuesta única, la elección depende de necesidades:

  • Streaming y reproducción móvil: MP3 o AAC a 256-320 kbps para comodidad y compatibilidad.
  • Bibliotecas personales y alta calidad: FLAC o ALAC, que ofrecen el original comprimido sin pérdida.
  • Transmisión inalámbrica: aptX HD o LDAC si ambos dispositivos soportan estos codecs.
  • Producción musical: WAV y AIFF, que mantienen todos los detalles para edición.
  • Pódcasts y audiolibros: MP3 o AAC a bajos bitrates, ideales para voz y espacio.

En condiciones normales, la diferencia entre un MP3 a 320 kbps y un FLAC puede ser inapreciable en altavoces comunes, pero en sistemas de alta gama y para oídos entrenados, las diferencias en detalles pueden ser evidentes.

La tasa de bits y su impacto en la compresión y calidad

Uno de los conceptos clave es la tasa de bits o bitrate. Este valor indica cuántos kilobits por segundo (kbps) tiene el archivo. A mayor bitrate, mayor calidad y tamaño; a menor, mayor compresión y posibles artefactos sonoros.

Por ejemplo, un MP3 a 128 kbps es aceptable para usos cotidianos, pero muchos prefieren 256 o 320 kbps. OGG/Vorbis y AAC mantienen calidad a bitrates menores y Opus puede bajar aún más sin perder intelligibilidad. La mayoría de plataformas de streaming usan 320 kbps para una experiencia óptima en formatos como Spotify o Apple Music.

Codecs y compatibilidad: la importancia de elegir bien

La compatibilidad es fundamental para asegurar que puedas reproducir tus archivos sin problemas. La elección del formato debe tener en cuenta los dispositivos y programas que utilizas:

  • MP3: casi universal.
  • AAC: compatible con dispositivos Apple y plataformas móviles.
  • OGG/Vorbis: ideal para software libre y proyectos sin royalties.
  • FLAC y ALAC: cada vez más aceptados en dispositivos y servicios.
  • WMA y AIFF: mayormente en Windows y Mac, respectivamente.

Puedes aprovechar codecs Bluetooth como aptX HD y LDAC si ambos dispositivos soportan estos estándares para optimizar la calidad en transmisión inalámbrica.

Codecs de alta resolución: más allá del CD

Con la llegada del audio de alta resolución, formatos como WAV y AIFF pueden codificarse a 24 bits/96-192 kHz, capturando más detalles y dinámica. FLAC y ALAC también soportan estas resoluciones superiores, permitiendo plataformas como Tidal o Qobuz ofrecer streaming en calidad superior.

El uso de DSD, aunque minoritario, proporciona resoluciones extremas, pero requiere hardware específico. La diferencia en la mayoría de los casos se aprecia solo en sistemas de alta gama y para oyentes muy entrenados.

El futuro de la compresión: codecs flexibles y streaming adaptativo

En un entorno donde el streaming predomina, los codecs modernos como Opus y los formatos adaptativos ajustan automáticamente su tasa de bits según la calidad de la conexión, garantizando fluidez y calidad. El avance en tecnologías de compresión y la incorporación de inteligencia artificial apuntan a reducir aún más tamaño, preservando la fidelidad y ampliando la compatibilidad en dispositivos diversos.

¿Cómo elegir el codec de audio más adecuado para ti?

La elección dependerá de tus prioridades. Para streaming y uso casual: MP3 o AAC a 256-320 kbps, o OGG/Vorbis. Para archivos de colección en calidad máxima: FLAC o ALAC. Para producción musical: WAV y AIFF. Para transmisión inalámbrica: aptX HD o LDAC si ambos dispositivos lo soportan.

Formatos menos comunes y nuevas tendencias

En el mercado existen formatos pioneros o especializados como MQA para audio de alta resolución en streaming, utilizado por Tidal, o DSD para audiófilos que buscan lo máximo en fidelidad. Las innovaciones en técnicas de compresión y la aplicación de IA seguirán ampliando las posibilidades del audio digital en los próximos años.

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