Una batería nuclear con radiocarbono promete décadas de autonomía sin recarga

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batería radiactiva

Imagina no tener que preocuparte nunca más por recargar el móvil, el marcapasos o cualquier otro dispositivo electrónico. Esa posibilidad comienza a perfilarse como algo más que una quimera gracias a un nuevo desarrollo en el campo de las baterías nucleares con radiocarbono, una tecnología que podría ofrecer energía continua durante décadas, incluso siglos.

Un equipo de científicos surcoreanos ha logrado diseñar una batería capaz de funcionar sin necesidad de recarga durante un periodo extremadamente extenso. Su funcionamiento se basa en el radiocarbono-14, un isótopo radiactivo que emite partículas beta, utilizadas en este caso para generar electricidad de forma estable y segura.

¿Por qué el radiocarbono es una opción interesante?

La elección del radiocarbono como fuente energética no es casual. Es un subproducto de las centrales nucleares, por lo que es barato y relativamente fácil de obtener. Además, tiene una tasa de descomposición muy lenta, lo que le permite emitir electrones durante miles de años.

Las partículas beta emitidas por el radiocarbono son poco penetrantes y pueden ser bloqueadas fácilmente con materiales tan comunes como el aluminio, lo que convierte su uso en una opción mucho más segura que otros materiales nucleares. Esta característica permite que las no representen un riesgo elevado para los usuarios ni para el entorno.

Funcionamiento de las baterías betavoltaicas

Estas baterías aprovechan el principio de la conversión de energía mediante semiconductores activados por radiación. Cuando las partículas beta interactúan con el material semiconductor —en este caso, dióxido de titanio—, se genera una avalancha de electrones que puede ser canalizada como corriente eléctrica.

Para potenciar este proceso, se ha incorporado al semiconductor un colorante basado en rutenio. Este compuesto, ya conocido por su uso en células solares, intensifica la transferencia de electrones. Además, un tratamiento con ácido cítrico mejora la unión entre el óxido de titanio y el colorante, lo que acaba aumentando la eficiencia general del sistema.

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Doble fuente de radiocarbono: más energía, menos pérdidas

En versiones previas, el radiocarbono solo se encontraba en el cátodo. No obstante, el nuevo diseño desarrollado por el equipo dirigido por el investigador Su-Il In cuenta con este isótopo tanto en el ánodo como en el cátodo. Esta doble incorporación permite generar más rayos beta y reducir significativamente las pérdidas energéticas debidas a la distancia entre componentes internos.

Los ensayos realizados con este modelo mostraron un aumento notable en la eficiencia energética. Mientras que las versiones anteriores apenas alcanzaban un 0,48 % de conversión, el nuevo prototipo logró llegar al 2,86 %. Aunque esta cifra aún está lejos de los niveles de las baterías de litio, representa un avance considerable en el campo de las .

Una solución con múltiples aplicaciones

radiocarbono

Uno de los usos más prometedores está en el ámbito médico. Dispositivos como marcapasos podrían beneficiarse directamente, ya que una batería de este tipo podría proporcionar energía durante toda la vida del paciente, evitando así recurrir a intervenciones quirúrgicas cada vez que se agota la batería actual.

También podrían emplearse en sensores remotos desplegados en entornos de difícil acceso, como estaciones meteorológicas, dispositivos de monitoreo ambiental o equipamiento espacial, donde cambiar o recargar una batería es muy complicado o directamente imposible.

En el ámbito doméstico, aún hay limitaciones. Aunque la idea de teléfonos móviles que no necesiten recargarse suena atractiva, los niveles actuales de eficiencia todavía no permiten su uso en dispositivos de alto consumo. Sin embargo, con mejoras continuas, es probable que esta tecnología encuentre su sitio también en aparatos más comunes.

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Retos pendientes antes de su uso generalizado

A pesar del entusiasmo por su potencial, las baterías betavoltaicas con radiocarbono aún enfrentan una serie de obstáculos. El principal es la necesidad de mejorar todavía más la eficiencia de conversión energética. Para ello, los investigadores buscan optimizar no solo los emisores de rayos beta, sino también los materiales que los absorben.

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Existe también una preocupación relacionada con la fabricación y reciclado de estos dispositivos. Aunque el radiocarbono emite radiación de baja energía, su manipulación debe seguir estrictos estándares de seguridad antes de que las baterías puedan comercializarse a gran escala.

El equipo de investigación se encuentra ya trabajando en nuevas configuraciones y soluciones técnicas que permitan superar estos retos. Entre sus propuestas se incluyen formas geométricas más eficientes del emisor y absorbentes mejorados que maximicen la conversión de energía.

Un paso hacia una tecnología más limpia y duradera

Con un rendimiento que aún necesita perfeccionarse, esta batería no pretende sustituir de inmediato a las de iones de litio, pero marca una dirección clara para futuras tecnologías energéticas. La escasez de recursos como el litio y los problemas ambientales asociados a su explotación obligan a buscar alternativas viables y sostenibles.

Este desarrollo podría representar un cambio de paradigma en la forma en la que concebimos la alimentación energética de dispositivos electrónicos. Si se consigue escalar y perfeccionar, podríamos dejar atrás los enchufes, cables y cargadores en muchas situaciones de uso.

La batería nuclear desarrollada por el Instituto de Ciencia y Tecnología de Daegu Gyeongbuk plantea una alternativa prometedora a las tecnologías convencionales. Con un diseño basado en radiocarbono, semiconductores y colorantes típicos de la energía solar, se sitúa en la intersección entre seguridad, eficiencia energética y sostenibilidad. Aún se requieren mejoras antes de que pueda adoptarse ampliamente, pero su potencial para alimentar dispositivos médicos, sensores remotos y otros aparatos especializados la convierte en una innovación a seguir de cerca.

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