- Los emojis aumentan la complejidad y la memorabilidad de las contraseñas al ampliar enormemente el conjunto de caracteres disponibles.
- Su adopción tiene límites importantes: no todos los servicios aceptan emojis y escribirlos en ordenadores puede ser más incómodo y propenso a errores.
- La mejor práctica es combinarlos con letras, números y símbolos tradicionales, apoyarse en gestores de contraseñas y mantener las medidas clásicas de seguridad.
Las contraseñas son ese mal necesario que todos tenemos que sufrir a diario: se escriben lento, se olvidan con facilidad y cada vez exigen más requisitos. Sin embargo, de ellas depende el acceso a nuestras cuentas bancarias, correo electrónico, redes sociales o servicios en la nube, así que, por muy pesadas que sean, siguen siendo uno de los pilares de nuestra seguridad digital.
En los últimos años ha empezado a ponerse de moda una idea tan curiosa como llamativa: usar emojis dentro de las contraseñas. Estos pequeños iconos, que ya forman parte de nuestro lenguaje cotidiano, pueden convertirse en un ingrediente extra para reforzar nuestras claves. Ahora bien, ¿hasta qué punto es buena idea?, ¿qué ventajas reales aportan y qué pegas importantes esconden? Vamos a verlo con calma y en detalle.
Por qué se habla tanto de usar emojis en las contraseñas

Uno de los grandes problemas con las contraseñas tradicionales es que, para que sean seguras, deben ser largas, complejas, únicas y renovarse cada cierto tiempo. Muchos expertos recomiendan cambiarlas al menos cada tres meses y no reutilizarlas entre servicios, algo que en la práctica muy poca gente cumple porque es difícil de gestionar y recordar.
Estudios de empresas de ciberseguridad como Kaspersky han mostrado que un porcentaje nada despreciable de usuarios ni siquiera cambia sus contraseñas periódicamente. En algunos países latinoamericanos, por ejemplo, alrededor de un 15-23 % de las personas reconoce que no renueva sus claves, lo que incrementa de forma notable el riesgo de ser víctima de delitos informáticos.
En este contexto aparece la idea de sumar emojis a las contraseñas. Estos iconos no son simples dibujitos: forman parte del estándar Unicode, el sistema de codificación de caracteres que se usa en Internet y en la mayoría de sistemas operativos. Eso significa que, técnicamente, los emojis se tratan como caracteres tan válidos como las letras, los números o los signos de puntuación.
Los expertos que apoyan su uso argumentan que, bien utilizados, los emojis pueden ayudar a crear contraseñas más fuertes y más fáciles de recordar. Pero, como suele pasar en seguridad, no todo es tan bonito como parece: también hay pegas de compatibilidad, usabilidad y riesgo de errores al introducirlos.
Ventajas de usar emojis en las contraseñas
La primera gran ventaja tiene que ver con la variedad brutal de emojis disponibles en Unicode. Mientras que un conjunto habitual de caracteres (letras en mayúscula y minúscula, dígitos y algunos símbolos) ronda como mucho el centenar de posibilidades por posición, el catálogo estándar de emojis supera con creces los 3.600 iconos, e incluso puede acercarse a unas 3.700 variantes si tenemos en cuenta las versiones de piel, géneros y otros modificadores.
Desde el punto de vista matemático, esto significa que cada emoji añade muchísimo más espacio de búsqueda para un atacante que un carácter tradicional. Herramientas de fuerza bruta deben probar muchos más valores posibles por posición, lo que hace que una contraseña relativamente corta hecha con emojis pueda ser tan complicada de adivinar como otra bastante más larga basada solo en letras y números.
Para ponerlo en contexto, algunos análisis señalan que una clave compuesta por cinco emojis distintos puede alcanzar una complejidad parecida a una contraseña de unos nueve caracteres “normales”. Si incluimos siete emojis, la dificultad teórica se puede equiparar aproximadamente a contraseñas de 12-13 caracteres tradicionales, siempre y cuando se combinen de forma aleatoria y no sean secuencias obvias.
Otra ventaja interesante es la memoria. Para muchas personas es más sencillo recordar una pequeña historia visual que una ristra de letras y cifras sin sentido. Los emojis permiten convertir la contraseña en una especie de frase o acertijo gráfico, como una mini película o una referencia a una canción, una película favorita o una anécdota personal que solo tú interpretes.
Además, hay herramientas como “traductores de emojis” o incluso asistentes de IA capaces de transformar una frase en una secuencia de iconos. Puedes introducir, por ejemplo, el título de una canción o una frase que signifique algo para ti, y obtener una secuencia de emojis sobre la que luego puedes hacer variaciones para crear tu contraseña.
Un tercer punto a favor es que, hoy por hoy, muchos ciberdelincuentes y sus herramientas automáticas todavía no contemplan los emojis en sus ataques. Los diccionarios y scripts de fuerza bruta suelen centrarse en palabras, nombres, fechas, números y sustituciones típicas (como cambiar letras por símbolos). Incluir emojis hace que tu contraseña quede fuera de gran parte de estos patrones predefinidos, lo que puede añadir una capa extra de dificultad para que la descifren.
En resumen, si se usan bien, los emojis pueden aumentar tanto la entropía de la contraseña como su facilidad de memorización, combinando, en teoría, lo mejor de dos mundos: mayor seguridad y menos dolores de cabeza al recordarla.
Desventajas y riesgos de incluir emojis en tus claves

La parte menos bonita de todo esto empieza con la compatibilidad entre servicios. Aunque técnicamente los emojis forman parte de Unicode, en la práctica no todas las plataformas aceptan estos caracteres en sus mecanismos de autenticación. Grandes servicios como Outlook (Microsoft) o Gmail (Google) han rechazado contraseñas que contenían emojis en distintas pruebas realizadas por expertos.
Esto implica que no puedes dar por hecho que cualquier web, app o programa vaya a permitirte usar emojis en la contraseña. De hecho, en algunos casos puedes crear la cuenta con una clave basada en emojis, pero luego, al intentar iniciar sesión o al pasar por alguna verificación interna, el sistema la rechaza o genera errores. Es decir, la compatibilidad no siempre es consistente a lo largo de todo el ciclo de autenticación.
Otro problema claro es la comodidad a la hora de introducir emojis, especialmente en ordenadores. En móviles, tanto Android como iOS incluyen un teclado de emojis muy accesible, así que escribir estos iconos en un campo de contraseña suele ser tan fácil como cambiar de pestaña en el teclado y tocar el emoji deseado.
En cambio, en un PC o portátil la cosa se complica. En Windows 10 y 11, por ejemplo, hay que abrir el panel de emojis con combinaciones como Win + . o Win + ;, buscar el icono concreto dentro de una lista bastante larga y asegurarse de que se elige exactamente el mismo que se usó al crear la contraseña. En macOS, la tabla de emojis se encuentra en el menú Editar → Emoji y símbolos o con la combinación Comando + Control + Barra espaciadora. En Linux (como Ubuntu) también se puede mostrar una tabla de emojis desde el menú contextual o usando atajos, pero nuevamente no es tan inmediato como pulsar letras y números.
Todo esto hace que, si usas un mismo servicio tanto en móvil como en ordenador, tengas que comprobar que puedes introducir sin problemas esos emojis en todos tus dispositivos. Si en uno de ellos no tienes un método cómodo para escribirlos o el diseño del teclado dificulta encontrarlos, puedes acabar quedándote fuera de tu propia cuenta.
Una desventaja adicional, menos obvia pero relevante, es que muchos teclados de smartphone muestran en la parte superior la lista de “emojis recientes”. Estas son las caritas y símbolos que usas con más frecuencia. Aunque a un ciberdelincuente remoto esto no le sirva de mucho, una persona cercana que tenga acceso físico a tu teléfono (familia, amigos, compañeros de piso) podría hacerse una idea de qué iconos utilizas más y usarlos como pista para intentar adivinar tu contraseña.
Por último, está el factor de la posible confusión entre variantes similares de un mismo emoji. Hay iconos que cambian ligeramente su aspecto según el sistema operativo o la fuente usada, y otros que tienen varias versiones (por ejemplo, diferentes tonos de piel). Si al crear la contraseña usaste una variante concreta y luego, sin darte cuenta, eliges otra muy parecida pero no idéntica, la clave dejará de coincidir, y el sistema la rechazará aunque a simple vista parezca el mismo dibujo.
Cómo crear contraseñas seguras con emojis

Aunque se pueda construir una contraseña solo a base de iconos, muchos especialistas recomiendan un término medio: combinar emojis con letras, números y símbolos tradicionales. De esta forma se añade complejidad sin depender por completo de la compatibilidad de los emojis, y se obtiene una clave más robusta frente a diferentes tipos de ataque.
Una buena estrategia consiste en partir de una idea que tenga sentido para ti, como una frase, un recuerdo o una referencia cultural, y traducir parte de ese contenido a emojis, manteniendo a la vez cierta porción de caracteres alfanuméricos. Por ejemplo, podrías representar a tu grupo musical favorito con un par de iconos y añadir un número de año que solo tú asocies con algo concreto (que no sea tu fecha de nacimiento o datos fáciles de deducir).
Los llamados “traductores de emojis” y las herramientas de IA son útiles como punto de partida, pero conviene no usar literalmente la secuencia de iconos que te sugieren. Lo recomendable es tomar esa propuesta y hacer cambios manuales: sustituir algún emoji por otro que solo tenga sentido para ti, intercalar números y signos, o alterar el orden hasta que el patrón sea menos evidente.
Al construir tu contraseña, es importante evitar atajos peligrosos. No es buena idea usar secuencias de emojis demasiado obvias (por ejemplo, iconos en orden alfabético de la tabla o series típicas como varias caritas iguales). Tampoco conviene reflejar literalmente datos personales fáciles de investigar: profesión, nombres de hijos, pareja o equipo de fútbol, incluso aunque estén disfrazados en forma de iconos.
Otra recomendación básica es no reutilizar la misma contraseña con emojis en varios servicios. Que la clave sea visual y fácil de recordar no debe llevarte a caer en el error clásico de repetirla en todas partes. Lo ideal es reservar este tipo de combinación para servicios importantes y, si decides usar emojis en varios sitios, añadir pequeñas variaciones específicas para cada uno (como un emoji asociado a ese servicio, una letra o un número diferenciador, etc.).
También conviene pensar bien cuántos emojis vas a utilizar. Aunque la tentación puede ser crear una contraseña muy corta solo con iconos, mantener cierta longitud sigue siendo aconsejable. Un número razonable podría ser entre 1 y 3 emojis combinados con un conjunto de caracteres alfanuméricos robustos; así sumas entropía sin complicar en exceso la introducción ni depender al 100 % de que todos los servicios gestionen bien las contraseñas solo de emojis.
Métodos para introducir emojis en móvil y ordenador
Si decides dar el paso y empezar a usar emojis en alguna de tus contraseñas, es imprescindible saber cómo se introducen correctamente en cada dispositivo que vayas a utilizar. De lo contrario, podrías encontrarte con que desde el móvil todo va como la seda, pero desde el PC no hay manera de escribir la clave correcta.
En teléfonos móviles, tanto Android como iOS incluyen un teclado con sección específica para emojis. Suele bastar con tocar el icono de la carita o cambiar a la pestaña de emojis en la barra inferior para poder elegir los que quieras. En la mayoría de apps y formularios, los campos de contraseña aceptan estos iconos igual que cualquier otro carácter.
En ordenadores con Windows 10 u 11, la forma más cómoda de escribir emojis en casi cualquier campo de texto es pulsar la tecla Windows junto con el punto (Win + .), o en algunos casos Windows con el punto y coma (Win + ;). Esto abre un panel emergente donde puedes buscar el icono por categorías o mediante texto. Una vez lo encuentres, haces clic y se insertará en la posición del cursor.
En macOS, la tabla de emojis y símbolos se encuentra disponible en prácticamente todas las aplicaciones a través del menú superior: Editar → Emoji y símbolos. También se puede abrir directamente con el atajo de teclado Comando + Control + Barra espaciadora. Desde ahí, solo tienes que localizar el emoji deseado y hacer doble clic para insertarlo en el campo de la contraseña.
En distribuciones Linux modernas como Ubuntu, las opciones dependen un poco del entorno de escritorio, pero en general podrás acceder a un menú de emojis haciendo clic derecho sobre el campo de texto y eligiendo “Insertar emoji”, o mediante un atajo que en muchos casos también es Win + punto. De nuevo, lo importante es que verifiques que, en la pantalla de inicio de sesión de cada servicio que uses, puedes repetir sin problemas el mismo proceso.
Existe además la posibilidad de escribir emojis mediante códigos numéricos Unicode. Es un sistema más engorroso, pero muy preciso y útil si trabajas en entornos donde no se muestran los paneles gráficos. En Windows, por ejemplo, se puede mantener pulsada la tecla Alt e introducir en el teclado numérico el código decimal correspondiente a cada carácter. Otros sistemas operativos tienen mecanismos similares documentados, aunque para usuarios de a pie suele resultar lento para el día a día.
Por todo ello, muchos expertos recomiendan apoyarse en un gestor de contraseñas compatible con emojis. Estas herramientas guardan las claves de forma cifrada y pueden rellenar automáticamente los campos de inicio de sesión, independientemente de lo complicado que sea escribir los emojis a mano. Eso sí, tendrás que asegurarte de que el gestor concreto que utilices soporta correctamente contraseñas con iconos Unicode.
Buenas prácticas y errores a evitar al usar emojis
Más allá de las ventajas teóricas, para que una contraseña con emojis sea realmente segura es necesario seguir una serie de pautas clásicas de ciberseguridad, adaptadas a este nuevo tipo de carácter. No basta con poner dos dibujos simpáticos y pensar que ya está todo hecho.
Lo primero es no abusar de los emojis que más utilizas en tus conversaciones diarias. Como se comentaba antes, los teclados móviles guardan un historial de iconos recientes, y cualquiera que eche un vistazo rápido podría ver los que usas con más frecuencia. Aunque esto no sea suficiente por sí solo para romper tu contraseña, sí puede reducir el espacio de búsqueda si alguien que te conoce decide probar suerte con esa información.
También es clave comprobar siempre la compatibilidad de la plataforma antes de fijar definitivamente una contraseña con emojis. Haz pruebas de inicio de sesión desde todos los dispositivos que utilices y asegúrate de que el servicio no presenta errores extraños al validar la clave. Si detectas comportamientos raros, es mejor optar por una combinación alfanumérica más tradicional para ese sitio concreto.
Otra recomendación básica es seguir combinando los emojis con letras, números y signos. Los iconos deben ser un complemento, no un sustituto total. Una contraseña robusta debería incluir distintos tipos de caracteres y alcanzar una longitud suficiente, manteniendo así un nivel de entropía alto aunque, en el futuro, las herramientas de ataque empiecen a tener en cuenta también los emojis en sus diccionarios.
No hay que olvidarse de las buenas prácticas de siempre: cambiar las contraseñas periódicamente, evitar reutilizarlas entre plataformas críticas y activar siempre que sea posible la autenticación en dos factores (2FA o MFA). Si un atacante consigue tu contraseña, un segundo factor basado en SMS, app autenticadora o llave física puede ser el último muro que impida el acceso a tu cuenta.
Finalmente, conviene tener a mano un administrador de contraseñas fiable. Estas aplicaciones facilitan recordar claves complejas —con o sin emojis— y ayudan a generar contraseñas aleatorias muy robustas. Además, muchas permiten almacenar también los códigos de verificación de dos factores, centralizando la gestión de tu seguridad sin tener que memorizar decenas de combinaciones imposibles.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, usar emojis en contraseñas puede ser una idea muy interesante si se aplica con cabeza: ofrecen más combinaciones posibles, son más fáciles de recordar que una ristra de caracteres aleatorios y de momento no están tan explotados en los ataques automatizados. Sin embargo, la compatibilidad irregular entre servicios, la incomodidad de escribirlos en ciertos dispositivos y la necesidad de seguir manteniendo las reglas clásicas de seguridad hacen que no deban tomarse como una solución mágica, sino como un complemento creativo dentro de una estrategia de protección más amplia.
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