- Un dron explosivo impactó en el Nuevo Confinamiento Seguro de Chernóbil, dañando la cúpula sin provocar fugas radiactivas inmediatas.
- El OIEA concluye que la estructura ha perdido parte de su capacidad de confinamiento y exige reparaciones profundas y urgentes.
- El ataque se enmarca en la guerra entre Rusia y Ucrania, reavivando los temores sobre la seguridad nuclear en la región.
- Chernóbil sigue siendo un punto crítico casi cuatro décadas después del accidente de 1986, y su protección depende ahora de la estabilidad del NSC.
La central nuclear de Chernóbil ha vuelto al centro de todas las miradas tras el impacto de un dron explosivo contra la gigantesca cúpula que cubre el reactor 4, escenario del peor accidente nuclear civil de la historia. El ataque, ocurrido de madrugada en pleno conflicto entre Rusia y Ucrania, ha reabierto viejos miedos: qué pasa si se daña la estructura que mantiene bajo control toneladas de residuos radiactivos.
Aunque las mediciones oficiales indican que los niveles de radiación se mantienen estables y no se ha detectado ninguna fuga, los expertos internacionales coinciden en que el golpe ha mermado la función de seguridad del llamado Nuevo Confinamiento Seguro (NSC). Es decir, el riesgo inmediato parece bajo, pero la protección a largo plazo se ha visto claramente comprometida y obliga a una carrera contrarreloj para reparar el daño.
Qué ha pasado exactamente en la cúpula de Chernóbil
Según las autoridades ucranianas y los informes del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), un dron cargado con una ojiva explosiva impactó contra la cubierta del NSC durante la noche del 13 al 14 de febrero. El equipo permanente del OIEA en la planta escuchó una fuerte explosión procedente del gigantesco arco de acero que cubre el reactor 4, seguida de un incendio en la parte superior de la estructura.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha acusado a Rusia de ser responsable de este ataque con dron contra una instalación nuclear extremadamente sensible, algo que el Kremlin ha rechazado de plano. Moscú sostiene que sus fuerzas no atacan infraestructuras nucleares y que se trata, en su versión, de una provocación fabricada por Ucrania.
La misión del OIEA desplazada en el lugar fue informada de que el dron había chocado contra el techo del nuevo recinto de seguridad, perforando el revestimiento y originando un foco de fuego oculto entre las capas de aislamiento. Los servicios de emergencia y los equipos especializados de la planta respondieron en cuestión de minutos, logrando contener las llamas sin que se produjeran víctimas.
El director general del OIEA, Rafael Mariano Grossi, ha insistido en que el organismo se mantiene en “alerta máxima” ante cualquier incidente en Chernóbil y en otras centrales nucleares ucranianas, recalcando que no hay margen para la complacencia en un escenario bélico en el que se están viendo amenazadas infraestructuras pensadas para estar fuera del conflicto.
Daños estructurales en el Nuevo Confinamiento Seguro (NSC)
Tras la inspección técnica, el OIEA concluyó que el NSC ha perdido sus funciones de seguridad principales, incluida su capacidad de contención. Dicho de otra forma: la cúpula ya no puede garantizar de manera plena el confinamiento a largo plazo del material radiactivo asociado al reactor 4, aunque el riesgo inmediato de fuga sea bajo.
El impacto del dron habría provocado un boquete de unos 15 metros cuadrados en la envolvente del NSC, afectando tanto a la cubierta exterior como a una segunda capa interna. Los restos del aparato habrían atravesado el techo y acabado en la zona del garaje de mantenimiento del sistema de grúas, la estructura que se utiliza para manipular a distancia los restos del reactor y los escombros radiactivos.
El fuego se originó entre las capas del domo, formadas por paneles metálicos, material aislante tipo Rockwool y una membrana sellada de escaso grosor. Debido a que las llamas no eran visibles desde el exterior, los equipos de intervención recurrieron a drones equipados con cámaras térmicas para localizar los puntos calientes dentro de la estructura.
Para poder sofocar el incendio, los operarios abrieron varios accesos de unos 30 centímetros en la parte superior de la cúpula, a través de los cuales vertieron agua. Las bajas temperaturas, de hasta -16 ºC, complicaron la tarea al congelarse parte del agua, lo que obligó a perforar nuevas aberturas para continuar el trabajo de extinción y evitar que el fuego se propagara.
Responsables ucranianos del NSC, como Artem Siryi, han subrayado que esta cúpula nunca se diseñó para soportar ataques militares directos. Según sus explicaciones, el impacto no dañó el viejo sarcófago de hormigón que envuelve los restos del reactor y el combustible radiactivo, pero advierten de que un segundo ataque de características similares sí podría comprometer seriamente la integridad del domo y poner en movimiento polvo radiactivo con partículas de combustible nuclear.
¿Se ha liberado radiación? Qué dice el OIEA
Una de las cuestiones que más inquietan a la población, tanto en Ucrania como en el resto de Europa, es si el daño en la cúpula ha provocado fugas radiactivas. Hasta el momento, todas las mediciones oficiales indican que no: los niveles de radiación dentro y fuera de la zona de exclusión se mantienen dentro de los parámetros habituales.
El OIEA, que mantiene un equipo destacado de manera permanente en Chernóbil, ha confirmado que no se han detectado incrementos anómalos de radiación ni emisiones al exterior. Los sensores y los sistemas de monitorización, tanto del NSC como del entorno, que emplean técnicas de sincronización similares a las de los relojes atómicos, siguen funcionando correctamente y no muestran desviaciones significativas respecto a los valores previos al ataque.
Aun así, los informes del organismo insisten en que la pérdida parcial de la función de confinamiento del NSC exige una actuación rápida y profunda. Se han realizado reparaciones temporales en la cubierta para estabilizar la situación, pero el propio Grossi ha advertido de que esto no basta: hace falta una restauración integral a corto plazo para evitar un deterioro progresivo que acabe derivando en filtraciones o problemas mayores en el futuro.
En este contexto, el OIEA recomienda reforzar la protección de la estructura, mejorar los controles de humedad -cruciales para prevenir la corrosión del acero- y actualizar el programa de seguimiento de corrosión de todos los elementos críticos del NSC. También urge modernizar el sistema integrado de monitorización automática del antiguo “objeto refugio”, el sarcófago construido a toda prisa tras el accidente de 1986.
La ONU ya había señalado en febrero, cuando se comunicó oficialmente el impacto del dron, que los niveles de radiación seguían siendo normales y estables y que no se tenía constancia de fugas. Esa información se mantiene vigente, pero con la coletilla clara de que el ataque ha degradado una barrera que se consideraba clave para la seguridad a largo plazo del emplazamiento.
Cómo es la enorme cúpula que protege el reactor 4
El Nuevo Confinamiento Seguro (NSC) es la estructura terrestre móvil más grande jamás construida. Tiene forma de arco colosal, con unos 275 metros de ancho y más de 100 metros de alto, y fue diseñada para deslizarse sobre el antiguo sarcófago de hormigón del reactor 4, sellándolo y permitiendo trabajar en su interior con mayor seguridad.
Las obras comenzaron en 2010 y finalizaron a finales de la década, con la cúpula colocada en su posición definitiva en torno a 2016-2019, según las distintas fuentes. El proyecto costó en torno a 2.100 millones de euros y fue financiado a través del Fondo de Protección de Chernóbil, gestionado por el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), con aportaciones de más de 40-45 países y organizaciones internacionales.
El objetivo del NSC es doble: por un lado, evitar que el agua de lluvia y los agentes externos sigan deteriorando el sarcófago original, por otro, crear las condiciones necesarias para desmontar con seguridad el reactor destruido y manejar sus restos de forma controlada durante décadas, un reto en el que también se investigan soluciones vinculadas a las baterías nucleares y otras tecnologías nucleares.
En su interior se aloja una compleja infraestructura industrial, incluida una grúa puente de gran capacidad que recorre todo el arco y que permite mover, cortar y encapsular componentes altamente radiactivos sin exponer directamente a los trabajadores. El diseño original de la cúpula contemplaba una vida útil de unos 100 años, siempre y cuando las operaciones de mantenimiento y reparación se llevaran a cabo según lo previsto.
El NSC se concibió para resistir fenómenos meteorológicos extremos -como fuertes vientos o grandes cargas de nieve-, pero no para soportar impactos directos de armamento moderno, como drones cargados con explosivos. Esa brecha entre lo que estaba previsto y lo que finalmente ha ocurrido es la que ha encendido todas las alarmas en la comunidad internacional.
El ataque con dron en medio de la guerra en Ucrania
El impacto contra la cúpula de Chernóbil se produce en el contexto de una guerra que ya dura casi cuatro años entre Rusia y Ucrania, en la que las infraestructuras energéticas y eléctricas han sido uno de los objetivos recurrentes de los ataques con misiles y drones.
En los primeros compases de la invasión a gran escala, en febrero de 2022, las tropas rusas llegaron a ocupar la central de Chernóbil y sus alrededores durante más de un mes en su camino hacia Kiev. El personal ucraniano fue retenido en condiciones muy complicadas y sin posibilidad de relevo, hasta que los militares rusos se retiraron y devolvieron el control de la planta a las autoridades de Ucrania.
No es la primera vez que una central nuclear ucraniana se encuentra en el centro del fuego cruzado. La planta de Zaporiyia, la mayor de Europa y actualmente bajo control ruso, ha sufrido repetidos cortes de suministro eléctrico externo y episodios de combate en las inmediaciones, lo que ha generado temores continuos sobre un posible incidente grave. El OIEA ha denunciado ataques contra convoyes que transportaban a sus expertos hacia la planta y ha pedido moderación a ambas partes.
Tras el suceso de Chernóbil, Zelenski ha asegurado que Rusia demuestra así que no tiene intención real de negociar el fin del conflicto, a pesar de los anuncios recientes sobre posibles conversaciones. El presidente ucraniano sostiene que cada noche se registran ataques contra infraestructuras críticas y ciudades de su país y ha reclamado más presión internacional para hacer responder a Moscú por estos hechos.
Desde el lado ruso, la respuesta del portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, ha sido rotunda: niega cualquier participación en el ataque al NSC y lo atribuye a una provocación ucraniana. Esta batalla de narrativas se suma a la ya larga lista de acusaciones cruzadas sobre quién es responsable de los incidentes en instalaciones energéticas y nucleares a lo largo del conflicto.
El papel del OIEA y los trabajos de reparación
El Organismo Internacional de Energía Atómica se ha convertido en un actor clave para intentar mantener un mínimo de seguridad nuclear en plena guerra. Chernóbil cuenta con un equipo permanente del OIEA, que supervisa las condiciones de la planta, verifica los niveles de radiación y apoya a las autoridades ucranianas en la gestión del riesgo.
Tras el ataque, la misión del organismo ha llevado a cabo una evaluación detallada del estado del NSC y de los sistemas de monitorización. La conclusión es clara: aunque no hay daños permanentes en las estructuras portantes del arco ni en los sistemas electrónicos de vigilancia, la función de contención del conjunto sí se ha visto seriamente degradada.
Ya se han implementado reparaciones de emergencia en la cubierta para cerrar las aberturas más evidentes y frenar la entrada de agua, pero el propio OIEA insiste en que esto solo es un primer parche. Es necesario un programa de restauración completo que incluya sustitución de secciones dañadas, revisión de la integridad del aislamiento, protección frente a la corrosión y refuerzo de los puntos vulnerables.
El organismo de la ONU también recomienda actualizar el sistema integrado de vigilancia del “objeto refugio” original, que es el primer sarcófago de hormigón construido inmediatamente después del accidente de 1986. Este sistema permite detectar movimientos estructurales, filtraciones y cambios en las condiciones internas que puedan indicar un deterioro peligroso de la instalación.
Para 2026 se han planificado nuevas reparaciones temporales y trabajos de consolidación del NSC con apoyo financiero del BERD. La idea es mantener la función de confinamiento lo mejor posible mientras dure la guerra y preparar el terreno para una restauración integral en un contexto más estable. El OIEA ha prometido seguir haciendo todo lo que esté en su mano para respaldar estos esfuerzos hasta que se recupere plenamente la seguridad nuclear en Chernóbil.
Chernóbil: del desastre de 1986 a la situación actual
Para entender por qué este ataque genera tanta inquietud, hay que recordar que el 26 de abril de 1986 el reactor 4 de la central Vladimir Ilich Lenin explotó durante una prueba de seguridad. La detonación y el posterior incendio lanzaron enormes cantidades de material radiactivo a la atmósfera, contaminando amplias zonas de Ucrania, Bielorrusia, Rusia y buena parte de Europa.
Las consecuencias sanitarias y ambientales del desastre siguen siendo objeto de debate, pero se sabe que decenas de personas murieron en los días y semanas posteriores por exposición aguda, y que miles más han padecido desde entonces cáncer y otros problemas de salud asociados a la radiación. La ONU calcula que unas 50 muertes pueden atribuirse directamente al accidente y ha estimado que otras miles podrían producirse a largo plazo por la exposición a las emisiones.
En los meses siguientes a la explosión, las autoridades soviéticas desplegaron a los llamados “liquidadores”, centenares de miles de militares, bomberos y trabajadores que se encargaron de apagar el incendio, retirar escombros y construir un primer sarcófago de hormigón y acero a marchas forzadas. Muchos de ellos pagaron con su salud e incluso con su vida esa intervención de emergencia.
Ese sarcófago inicial presentaba deficiencias estructurales desde prácticamente el primer día y fue deteriorándose con el paso del tiempo, hasta el punto de convertirse en una amenaza en sí mismo. De esa necesidad de una solución más robusta y duradera nació el proyecto del NSC, concebido como una segunda barrera capaz de aislar el reactor dañado y permitir su desmantelamiento seguro durante décadas.
El último reactor operativo de la central de Chernóbil se cerró definitivamente en el año 2000, pero el lugar nunca ha dejado de ser un problema de seguridad nuclear a largo plazo. La zona de exclusión permanece prácticamente deshabitada, salvo por personal técnico, científicos, fuerzas de seguridad y algunos residentes que regresaron por voluntad propia a sus aldeas.
Riesgos futuros y percepción internacional
Aunque las mediciones actuales confirman que no hay incremento de radiación ni fuga detectable tras el ataque, la preocupación internacional se centra en lo que podría ocurrir si se repiten incidentes similares o si las reparaciones no se realizan con la rapidez y profundidad necesarias.
Expertos como el profesor Jim Smith, de la Universidad de Portsmouth, apuntan que un dron de este tipo no tendría potencia suficiente para atravesar el grueso sarcófago de hormigón que cubre directamente los restos del reactor. Esa capa interior sigue actuando como principal barrera frente a la liberación de partículas radiactivas del núcleo fundido y los escombros.
Sin embargo, también señalan que la degradación progresiva de la cúpula exterior puede incrementar con el tiempo los riesgos de humedad, corrosión y daños internos en la antigua estructura de 1986. El NSC no es un mero “caparazón” estético: protege el viejo refugio de la intemperie y crea condiciones de trabajo controladas para las futuras labores de desmantelamiento.
De ahí que el OIEA recalque que una restauración completa y oportuna es esencial para la seguridad nuclear a largo plazo. El objetivo es evitar cualquier escenario en el que la degradación de la cúpula pueda abrir vías de escape para el polvo radiactivo o complicar la gestión de los residuos dentro del arco.
Mientras tanto, la opinión pública asiste con inquietud a la combinación de un conflicto armado intenso y la presencia de múltiples instalaciones nucleares en el territorio ucraniano. Chernóbil, aunque ya no tiene reactores operativos, sigue siendo un símbolo muy potente de lo que puede ocurrir cuando la seguridad nuclear falla, y cualquier incidente en el lugar genera inmediatamente ecos del pasado.
La situación actual en Chernóbil muestra hasta qué punto la seguridad nuclear depende no solo de la ingeniería y la tecnología, sino también del contexto político y militar. Un único dron ha sido capaz de poner en jaque una de las obras de ingeniería más complejas y costosas de la historia reciente, y obligar a redoblar la vigilancia sobre un lugar que, casi cuatro décadas después de la catástrofe original, sigue sin poder bajar la guardia.
- Título del artículo: Impacto de un dron en la cúpula de Chernóbil y sus consecuencias.
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