- Científicos australianos logran un chip criogénico capaz de operar junto a cúbits a temperaturas cercanas al cero absoluto.
- Este avance permite controlar millones de cúbits de manera estable y sin degradar su delicado estado cuántico.
- El chip reduce significativamente el consumo energético, lo que lo hace viable para aplicaciones reales y ampliables.
- Abre la puerta a usos prácticos en áreas como criptografía, optimización logística y simulación de materiales.
La computación cuántica criogénica está experimentando un gran salto, gracias a un nuevo chip desarrollado por un grupo de científicos australianos. Estos investigadores han conseguido por primera vez que la delicada información cuántica pueda manejarse y mantenerse estable a temperaturas extremadamente bajas, próximas al cero absoluto, dando así un paso crucial hacia la creación de ordenadores cuánticos útiles para el mundo real.
Durante años, uno de los mayores escollos ha sido lograr que la electrónica que controla los cúbits —los elementos básicos de la computación cuántica— pueda funcionar junto a ellos sin perturbar su estado ni generar interferencias que destruyan la coherencia cuántica. Las soluciones presentadas hasta ahora resultaban insuficientes para escalar el número de cúbits más allá de unas pocas decenas, lo que limitaba las posibilidades prácticas de este tipo de tecnología.
Un chip capaz de trabajar cerca del cero absoluto
El equipo de la Universidad de Sídney ha presentado en la revista Nature una propuesta de electrónica criogénica de control que puede operar junto a los cúbits de espín en un chip de silicio incluso a milikelvin, es decir, unas milésimas de grado sobre el cero absoluto (-273,15 ºC). Este avance permite incrementar el número de cúbits en un solo chip, pasando de los actuales cientos a la escala de millones, requisito indispensable para que la computación cuántica sea realmente funcional.
La clave de este desarrollo ha estado en diseñar circuitos de control con un consumo energético mínimo y una excelente protección electromagnética, eliminando el problema de las interferencias y el calor interno, factores que hasta ahora dificultaban la viabilidad de los sistemas cuánticos de gran escala.
Ventajas prácticas y potencial de ampliación
La tecnología CMOS —utilizada tradicionalmente en la fabricación de procesadores clásicos— ha sido aprovechada para construir estos nuevos chips cuánticos, facilitando una posible integración en la industria y favoreciendo un desarrollo mucho más rápido. El chip criogénico consume tan poca energía que, incluso si se llega a controlar un número muy elevado de cúbits, el aumento en el consumo total sería muy bajo.
Esto permite superar uno de los principales cuellos de botella del sector, posibilitando aplicaciones prácticas en áreas como la criptografía, la optimización logística, la meteorología avanzada o el diseño farmacéutico. La potencia de un ordenador cuántico puede marcar una diferencia tangible frente a las soluciones actuales en estos ámbitos.
Las pruebas de laboratorio han demostrado que los sistemas clásicos de control pueden colocarse a menos de un milímetro de los cúbits sin provocar pérdidas apreciables en la coherencia ni en la fidelidad de las operaciones. Este nivel de integración y aislamiento sienta las bases para un control a gran escala de cúbits en entornos reales, dejando de ser solo una curiosidad de laboratorio para abordar problemas del día a día.
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